Terapia vibracional | Inmaculada Roldán Hueso

10 obras de arte. Pintura y Consciencia: Contemplar

EL ARTE DE CONTEMPLAR

A lo largo de la historia los artistas han ido plasmando en sus obras su sentir y el de su época. Al observarlas fuera de su tiempo, de su espacio del cual fueron creadas, podemos encontrar conexión o no con la obra que se pone delante de nuestras miradas.

En este artículo reúno una serie de cuadros que me han transmitido y transportado al momento de consciencia del personaje que estaba frente a mí. Independientemente de lo que el artista quiso expresar, se habrá escrito lo que quería representar y quizás el porqué. Esta información podéis encontrarla en estudios y análisis del recorrido pictórico de cada uno de los pintores aquí seleccionados. Aquí voy a mostrar otra mirada, la mía. Os voy a compartir lo que estas obras me han proporcionado el observarlas. Ya sabemos que una obra de arte, cuando se muestra al espectador deja de ser en parte de quien la ha hecho, apropiándose de ella el que la contempla.

Pero veamos, ¿qué es la contemplación?, según la RAE es:

  1. Observar con atención, interés y detenimiento una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera o cuando se hace con pasividad.
  2. Reflexionar serena, detenida, profunda e íntimamente sobre la divinidad, sus atributos y los misterios de la fe.

En esta primera parte de la selección de pinturas de arte y consciencia, vamos a ver diez diferentes tipos de contemplación, que me han resultado fascinantes.

1. Caminante sobre un mar de nubes

Caspar David Friedrich. 1818, Kunsthalle, Hamburgo (Alemania)

Este cuadro pertenece al romanticismo, una corriente artística que ponía el énfasis, sobre todo en transmitir sentimientos y emociones. Llevar a lo más alto lo sublime.

El personaje de espaldas contempla sobre un mar de nubes, una paisaje inmenso a sus pies. Podríamos decir que está solo frente a todo.

Contemplar y observar es incorporar esa inconmensurable belleza, para poder interiorizarla. Es hacer nuestro lo inalcanzable y así, experimentar y sentir esa inmensidad dentro nuestro.

Somos parte de un todo y a la vez ese todo está en cada persona. Estaríamos hablando de la ley de unidad, donde todo está conectado energéticamente. Todos somos uno.

El paisaje que observamos es también nuestro paisaje interior.

2. Miranda

John William Waterhouse, 1875

Miranda está absorta mirando el horizonte. Su porte clásico, su postura denota estar en calma y serena. Parece inmersa en ese mar de azules y grises. Vemos su cara. La expresión nos hace mirar hacia dentro, aunque esté fuera, rodeada de unas aguas inciertas.

Sus manos juntas, transmiten recogimiento. El entrelazado de sus piernas también nos dicen que está ensimismada, abrazando el instante, abrazándose.

3. Muchacha en la ventana

Salvador Dalí. 1925, Museo Reina Sofía (Madrid)

Es una escena donde Dalí pintó a su hermana Ana María. Vemos que aunque está dentro de una habitación, apoyada despreocupada en la ventana, el espíritu del cuadro nos lleva hacia ese mar que está inundando sus ojos.

Vemos a través de ella la quietud del paisaje, es su momento taciturno.

Su quietud nos traslada a esa paz azulada, que nos deja un eco de silencio.

4. Profesor

Rene Magritte, 1954

El personaje de espaldas ocupa la mayor parte del cuadro. Vemos a través de él un paisaje matizado por una niebla que se está levantando.

La mirada quieta ante la presencia de una luna decreciente que lo sostiene todo.

La postura, del hombre del bombín, frente a lo que está delante suyo nos invita al misterio. Su porte transmite verdad y discernimiento. Es una imagen cargada de simbolismo que nos transmite quietud y presencia, a la vez que nos crea curiosidad por descubrir algún enigma oculto. 

5. Mujer con sombrilla

1886, Claude Monet

En esta escena el artista se centró más en la mujer y no en lo que mira. La vemos a ella en su contemplación.

El paisaje que contempla a la izquierda se nos ha vetado, sólo podemos imaginarlo. Vemos a través de sus ojos. Lo observamos por lo que nos transmite ella.

La composición que ha utilizado el artista, es un plano contra-picado. Lo hace para destacarla y así, ella se alza entre las nubes y el viento que ondea su pañuelo, posada en un mar de flores multicolores.

Hay una cierta firmeza ante la adversidad y complacencia de estar en el mejor lugar posible.

6. Dos personas. Los solitarios

Edvard Munch, 1905

Las dos personas, juntas frente al mar en un acantilando, nos hacen evocar lo que es estar en sintonía con alguien. Podemos decir que hay dosis de vínculo de unidad y también de presencia individual.

Por el título «los solitarios», nos hace imaginar que es una soledad elegida para compartir ese momento de quietud. 

Nos habla de que la contemplación en compañía se hace desde el respeto, en el silencio de los pasos que nos llevan a mirar dentro de nuestro océano interior. Ese es un espacio privado, aunque lo podamos hacer junto con alguien. Para que eso suceda, será necesario la confianza y el compromiso de respetar esa intimidad.

7. El alma de la rosa

John William Waterhouse. 1908, Colección particular

El pintor narra una simple escena: reflejar justo el momento en que la mujer se acerca a la delicada rosa para olerla. Quizás recrearse en su fragancia evocadora, transportadora de recuerdos, esencias, o quizás estar presente en ese justo instante en el que se refleja la sencillez del gusto por un pequeño gesto enriquecedor de verdad, de autenticidad.

En la escena se pone de manifiesto lo que es la atención plena. El ser consciente de lo que sucede alrededor nuestro, dándole el valor que le corresponde y disfrutar con ello.

Llegar al alma de la rosa, es llegar a tu propia alma.

8. Paseo por el sendero en primavera

Ma Yuan, 1190. Museo del Palacio Nacional, Taipei

Aquí se nos muestra la contemplación en acción, en movimiento.

Este monje pasea plácidamente a lo largo de un bosque, rodeado de una naturaleza viva y pura. Esta forma de estar, de ser con lo que te rodea nos lleva a un estado de meditación activa, donde lo que vas viendo es desde la tranquilidad y la observación consciente. La serenidad y la paz se convierten en la realidad de ese instante. 

Un simple paseo meditativo nos sobrepone. La naturaleza nos acoge, inspira y protege. Ella nos aporta calma, respiramos su energía sanadora y nos transforma.

9. Monje a la orilla del mar

Caspar David Friedrich, 1808-10. Staatliche Museen de Berlín

El agua y el cielo se apodera de toda la escena, podríamos decir que es abrumador. El artista nos sumerge en un espacio donde todo se fusiona, donde la contemplación del personaje se vuelve hacia el espectador inundándolo. Nos lleva a sentirnos como una gota de agua en el océano.

Aquí el paisaje es el que envuelve por completo al monje, que en su paseo está inmerso en toda esa masa de colores atmosféricos que lo integran, sumergiéndole en una sublime austeridad y contundente libertad.

10. Mujer frente al sol

Caspar David. 1818, Museo Folkwang (Alemania)

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Este contraluz lleno de simbolismo y magia, recoge todo el significado de este artículo. La contemplación de lo que vemos y sentimos, nos aporta un beneficio que no nos imaginamos.

En la pintura se refleja que la mujer es plenamente consciente de lo que está contemplando, de lo que es el proceso de contemplar. Ella es sabedora de lo que está recibiendo y lo que supone el hacerlo.

Para ello abre sus manos a esa energía luminosa, dispuesta y agradecida. Abierta a lo que sucede, viviendo ese momento en presencia y lucidez.

Simbólicamente el artista sitúa a la mujer en un camino, expresándonos que está preparada para seguir avanzando.

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