Terapia vibracional | Inmaculada Roldán Hueso

Arte y consciencia: el otoño

El otoño se cuela por las rendijas del luminoso verano, interrumpe con aire fresco invitándonos a reflexionar y observar, parece que nos llama la atención. Escuchémosle.

Giuseppe Arcimboldo representó en la obra Otoño1573, la figura de perfil de un hombre. La imagen está compuesta por multitud de frutos y hortalizas de esta época del año. Pertenece a una serie en la que pintó las cuatro estaciones.

En su cuadro, cada forma está junto a otra y lo ordena de tal manera que visualmente nos da el aspecto de una figura humana.

Si nos centramos en cada una de las piezas, solo veremos: setas, uvas, peras, manzanas, castañas, calabazas; pero, si abrimos la perspectiva y observamos el conjunto aparece ante nuestros ojos la imagen de un todo ordenado, y así no vemos las porciones.

No se pueden ver a la vez el todo y las partes de las que se compone.

En esta época otoñal es cuando caen las hojas de los árboles, se podría decir que se desordena el orden.

Se van desprendiendo las hojas, una a una, de esos magníficos árboles y queda el vacío de ellas. Sería el proceso inverso a partir de un todo ordenado, del follaje sólido de hojas: minúsculas, grandes, alargadas, redondeadas. Todo se desvanece en un momento determinado, el otoño.

Parece que lo que se agrupa nos transmite unidad, hay un orden que da sentido al conjunto dentro de nuestro interior.

Cada uno posee unos talentos y unos dones que le hacen diferente del resto.

Si observamos el conjunto desde fuera, podríamos decir que la humanidad está formada por seres y cada uno de ellos posee unas características de las que participamos todos.

Lo que ocurre es que en unos están en una proporción y en otros, se manifiesta con una medida diferente. Por ejemplo, la paciencia en algunas personas puede llegar a ser una virtud, porque pueden tener una paciencia equilibrada. En otras, esa paciencia puede llevar a la procrastinación y muchas de ellas, a la impaciencia.

Esos niveles de cada uno de esos aspectos que conforman al ser humano tienen diferentes medidas, pero todos participamos de ellas. La humanidad en su conjunto, está formada por individuos que a su vez están compuestos de infinitas características y cualidades.

En ese mapa grupal, se establecen las conexiones, las uniones y los desencuentros. Estamos relacionados unos seres con otros de manera invisible, como una gran malla que está tejiendo sutilmente nuestros campos energéticos y así se forma la gran red de la humanidad.

El “Otoño” (Autumn) de Alphonse Mucha de 1896, es una alegoría a esta estación. Predominan los colores tierras, marrones y ocres. En esta obra se representa la belleza de esta época, donde destaca la uva, las hojas de parra y las bellas flores de crisantemos que prenden en su pelo cobrizo.

Aquí se apuesta por lo ornamental, ya que el artista fue precursor de las artes decorativas, la ilustración y el diseño publicitario.

Tiene un toque de festejo y celebración por los placeres de la vida, incluso embelesa cada curva de sus formas onduladas, como queriendo que te quedes en ese continuo fluir de bienestar.

Son dos imágenes completamente distanciadas en el tiempo, cada una realizando una función diferente: la primera en tono burlesco, para entretener a la aristocracia y a la corte; la segunda para embellecer, transmitiendo el deleite por las sensaciones placenteras.

Todo ello me lleva a pensar, que el otoño es para reflexionar sobre si te quedas en la parte o en el todo; si realmente nos quedamos en la aparente abundancia de sensaciones superficiales, o en cambio queremos adentrarnos e ir más allá y profundizar en nuestra existencia.

El otoño viene a nuestro encuentro para darnos la oportunidad de desprendernos de aquello que nos ancla, para poder evolucionar. Es necesario dejar ir. Solo se puede producir el movimiento interior si dejamos atrás cosas aprehendidas, miedos que hacen que nos fijemos en un punto estático, inmóviles, sin poder crecer y ahondar en todo lo que tenemos que ofrecer. Debido a esa relación que se establece entre seres, se produce unas compensaciones de unos con otros, para poder unificar la totalidad. Y esa fuerza puede equilibrar o desequilibrar la balanza como sociedades, así que está en nuestro interior el impulso para seguir construyendo un mundo más consciente y alineado con el amor propio, y por ende con el amor universal.

Es momento de mirar hacia el interior, observar, saber dónde cada cual se encuentra y hacia qué dirección caminar de forma más liviana. 

Soltar apegos, miedos, frustraciones que no dejan conectar con la vida.

Y así, adentrarse en una etapa de quietud para dar paso al silencio interior.

Los árboles se desnudan, dejan volar sus hojas caducas para regenerarse en este periodo de vacío.

La naturaleza, como siempre tan sabia, nos muestra el camino desde su presencia y silencio.

¿Quieres recibir mis publicaciones directamente?