
La presencia en el “Perro semihundido” de Goya
La primera vez que fui al Museo del Prado tendría unos ocho años, me acuerdo que las pinturas de las grandes salas impresionaron esos ojos de infancia, que descubrieron mundos desconocidos hasta entonces. Este cuadro es uno de mis favoritos, por la sencillez, la belleza de sus pinceladas etéreas, que crean esa atmósfera envolvente, y en definitiva, por lo que transmite.
Goya la pintó entre 1820 y 1823 con técnica mixta sobre revestimiento mural trasladado a lienzo (131 x 79 cm). Pertenece a las pinturas Negras de su casa de campo, la Quinta del Sordo. El que se les llamase así aparece por primera vez en el siglo XX, y si nos atenemos al sentido del término “negro” del latín “atrox”, se puede decir que estas pinturas se consideraban atroces y más aún, desgarradoras. El pintor las realiza con una avanzada edad, con 73 años, por lo que aúnan toda su sabiduría y la práctica del genial artista.

Goya es un pintor que no se queda indiferente a lo que le rodea, él va a permeabilizar en sus obras el contexto político, social y cultural de su época. Va a estar inmerso en una vorágine de cambios externos, que le van a influir decisivamente, así como cambios internos ya que su sordera le influyó en su manera de pintar, sacando de él un mundo más personal y extraordinario. Manifestando una pintura más descarnada, más expresiva, donde lo subjetivo se pone de manifiesto. Así dentro del neoclasicismo de Europa, Goya fue una rareza. El artista fue un visionario, un precursor del arte moderno.
La obra está dentro de un conjunto de catorce pinturas, que se realizaron sobre las paredes a modo de mural, pintadas con óleo. Estas pinturas estaban distribuidas en las dos plantas de la casa de campo. Iconológicamente a las dos salas se les ha relacionado con la Muerte y con el Sueño, respectivamente. La técnica al óleo no es muy adecuada para pintar sobre muro, por lo que estas pinturas se trasladaron a lienzo entre 1874 y 1878. Las fotografías que se hicieron antes de arrancarlas de la pared, ponen de manifiesto un uso incorrecto de la técnica mural, con visibles hendiduras y craquelados. Este traslado produjo alteraciones de tamaño, desperfectos y retoques.
Dentro del conjunto de las Pinturas Negras, nuestro perro estaría dentro de las reflexiones o ideas del Sueño. Un concepto que le llevó a pintar seres ingrávidos, volando y levitando como “Las Parcas” o “Asmodea” y surgiendo de la tierra como “Duelo a garrotazos” y “Perro semihundido” o quizás según se interprete este, hundiéndose en la tierra.
Se ha escrito mucho sobre el significado de este cuadro, de cómo era inicialmente y de como al llevarlo a la tela ha cambiado su significado. En las fotografías realizadas por J. Laurent en 1874 se muestra el estado de la obra antes de ser trasladada del muro de la Quinta del Sordo. Así que cuando la pintura estaba sobre la pared se pueden observar unas rocas y unas posibles aves, a las que el perro dirige su mirada. Al pasar la obra a lienzo, esas formas se han desvanecido y no aparece ningún elemento más en la tela.
En este artículo nos vamos a centrar en el cuadro que está actualmente en el museo del El Prado.
Las obras cuando se exponen para ser observadas, dejan de ser del artista para forman parte del espectador, que con su mirada las hará suya. Esta obra es muy simbólica, e independientemente de lo que quiso representar Goya, las lecturas de esta tela se van a interpretar de muchas formas, y esa es la riqueza del arte. Es una obra atemporal y universal. Cualquier espectador, de diferentes épocas y culturas, puede captar el significado que encierra.
Si analizamos la obra centrándonos en su composición, colores y texturas vemos que el formato es vertical y está dividido en dos partes, siendo el perro el que las separa. Delante hay un talud marrón y detrás un amplio fondo con una gran riqueza de tonos ocres. Con la abstracción del entorno se crea una atmósfera que envuelve al perro. El centro de atención está en la cabeza del perro que asoma, como un punto visual. Está ocupando una posición muy interesante en el espacio: una proporción armónica con respecto a las medidas del cuadro. Es un punto que está cumpliendo una proporción áurea, acorde al número de oro.
La inclinación de la cabeza del perro y su mirada hacia la parte de la derecha, junto con la línea también ascendente del talud de tierra, nos llevan en ese recorrido visual a otro punto armónico del cuadro, que queda a la derecha.
La composición es exquisita, sin abigarramientos y armónicamente proporcionada. Hace uso de esos colores ocres y marrones, con gran sensibilidad, creando sutiles capas de transparencias. Una contundente sencillez formal para un complejo significado.
Del perro aparece solamente su cabeza, apenas asomando detrás de un montículo. La fuerza está en esa mirada de atención hacia algo que no ve el espectador. Hacia algo que no está representado y sin embargo queremos intuir. Creando una gran expectación.
Mi mirada se centra en el diminuto perro, que asoma su cabeza detrás de un montículo, su mirada nos lleva fuera del cuadro en la parte de la derecha. Nos invita a mirar hacia ese lado, pero nuestros ojos ¡siguen mirándolo a él!. Nos atrapa su mirada y lo que está sucediendo.
Y me pregunto: ¿qué mira con tanta atención?, ¿qué es lo que le sucede?, ¿está hundiéndose?, ¿está agazapado esperando saltar?.
Es cuando me meto en el cuadro, y siento como el perro, me meto en su piel para ver a través de sus ojos.
El perro siempre ha estado muy unido al ser humano, por lo que tenemos una cercanía con ese animal, desde muy antiguo. Con esta obra se puede producir una mímesis con lo representado, la persona puede verse reflejada en ese perro. Donde el espectador es el que puede interpretar si el perro se hunde o se asoma. O incluso si sale de esas tierras movedizas. Esa ambigüedad le da poder a la escena, enriquece su lectura, dejando abierto su significado. Siendo una imagen polisémica.
Es una pintura que con los mínimos elementos plásticos puede transmitir un sin fin de sensaciones, emociones y sentimientos como tristeza, pena, angustia, temor, abandono, por un lado y esperanza, sutileza, juego, misterio, sorpresa, por otro.
Esta preciosa obra de Goya ha recibido muchos nombres a lo largo del tiempo: “Un perro” Brugada (1828), “Un perro luchando contra corriente” Charles Yriarte (1867), “Perro enterrado en la arena” Sánchez Cantón (1964), “Perro hundido” Salas (1979).
En el museo del Prado actualmente aparece como Perro semihundido. Como vemos, el título ha ido variando, pero en la mayoría de ellos se hace mención a que el perro está en alguna dificultad. Pero ¿por qué poner el acento en conceptos de lucha, enterrado, hundido, semihundido?
Podríamos decir que esta obra es una reflexión de como vemos la vida. El perro sólo mira. El perro observa sin más, quieto e inmóvil.
Ya sabemos que los animales viven completamente estando presentes. Saben lo que es la Presencia en estado puro, el estar ajeno a lo que va a suceder o a lo que ha pasado, saben estar en el instante preciso.
El estar presente parece obvio, pero…
¿Qué es estar presente? entendiendo la presencia como que nuestra mente y nuestro cuerpo están en el mismo lugar. Se produce la unidad y armonía cuando estamos presentes. Nuestras mentes a veces viajan hacia el pasado: reflexionamos sobre lo que hemos hecho o dejado de hacer. Y también nos proyectamos hacia adelante: qué es lo que tenemos que hacer, cómo lo haremos…
Los animales viven completamente acorde con lo que les sucede en cada momento. Debemos observarlos y aprender de ellos. ¡Son grandes maestros! Por eso me ha fascinado siempre este cuadro. Nos hace sentir como el perro de Goya, nos adentramos en un mundo donde vemos a través de los ojos de un perro. Nuestra experiencia nos llevará a sentirnos de una u otra manera, y de ese modo experimentaremos en ese momento lo que nos transmite. Si sentimos que el perro se está hundiendo: angustia por estar atrapados, desesperación, impotencia, miedo y ansiedad. Pero si vemos que el perro está simplemente observando, sentiremos calma, armonía, tranquilidad y serenidad. Al interpretar que se está hundiendo, se le está dando una carga a la escena que no está sucediendo. No vemos que el perro se hunde, pero nuestra mente quiere darle una acción, imaginamos lo que va a suceder o lo que le ha sucedido. Pero si miramos de nuevo, el perro sigue igual, sigue observando, sigue quieto, sigue en paz.
Estar presente no es fácil, pero es lo que nos garantiza que la vida la estamos viviendo en plenitud, viviendo en consciencia.
Yo me he imaginado ser dueña de un instante, para hacer de ello mi poder, para saber que ese instante, ese presente me pertenece. El tiempo como ilusión y ordenamiento de la vida nos hace atraparnos en la idea de lo lineal, y sin embargo el tiempo es la dimensión que no conocemos del todo, por eso este precioso perro nos dice: observa, escucha el latido del instante en cada momento, para que no puedas interpretar, para que solamente puedas experimentar. Se trata de hacer tuyo ese instante y de sentirlo, si no, se habrá esfumado en la idea de lo que será o en el recuerdo de lo que fue.