
La intención transforma el agua
Los cristales de Masaru Emoto
En una gota de agua puede haber un océano. El agua es el medio que predomina dentro y fuera de nosotros. Somos agua, somos fluido en todo nuestro cuerpo. Vivimos en un planeta llamado Tierra, pero donde mayoritariamente hay agua en toda su superficie.
El agua puede adoptar aspectos diferentes, tiene tres estados como ya sabemos: líquido, sólido y gaseoso. Y, aun así, el agua se transforma y no deja de ser su esencia, pasando de una forma a otra.
Es bien conocido el trabajo de Masaru Emoto y su libro «Los Mensajes del Agua» donde se dedica a congelar gotas de agua para fotografiar los cristales que se forman. Cuando el agua se hiela, sus moléculas se van ligando unas con otras para formar núcleos del cristal. Este cristal se estabiliza cuando su estructura llega a formar un hexágono. Masaru Emoto estudió el agua de distintos lugares, quiso investigar si la apariencia de los cristales de agua cambiaba según el lugar de procedencia. Las imágenes cambiaban si el agua era de un manantial o del grifo de agua corriente. Siguió experimentando y expuso el agua a diferentes agentes: palabras, fotografías, música o pensamientos.

Después de haber visto sus imágenes y contemplar los cristales, pienso en el poder que tiene la vibración en el entorno y en nosotros. Una se queda asombrada de lo que un sonido, una palabra o una música pueden afectar a una simple gota de agua.
Las imágenes y el estudio de este investigador japonés pone encima de la mesa lo que puede afectar todo lo que emitimos, lo que hacemos y pensamos nos influye más de lo que creemos.
Así que en sus imágenes podemos ver, formas perfectas hexagonales de los cristales cuando se le han transmitido al agua palabras, músicas o pensamientos llenos de una vibración armoniosa (gracias, amor, verdad, música de Mozart…). Al observar las fotografías vemos que se crean cristales de agua con una singular belleza, con filigranas y llenos de detalles.
Si por el contrario se le transmiten al agua palabras, músicas o pensamientos con una vibración no armoniosa (como odio, malvado, tonto…) vemos que no se crean cristales, son formas amorfas, sin ninguna estructura.
Por tanto, podemos ver dualidad en los cristales: orden y desorden, geometría y caos, unión y desunión.
De todas formas, parece ser que necesitamos que se demuestre lo evidente, para que nos demos cuenta de que la intención crea nuestra vida.
Las palabras, no son solo palabras, ponemos una entonación, pensamos en lo que significa y la decimos en un contexto dado con una intención y pon tanto van cargadas de energía. Esa energía según la vibración que tenga producirá en los cristales de agua hexágonos y formas bellas, o por el contrario no se formará nada en concreto. Como las palabras que Masaru Emoto pronunció a sus gotas de agua, y fotografió el resultado tan espectacular. La evidencia de sus imágenes nos hace reflexionar sobre la intención que ponemos en nuestra vida.
Somos río, océano y mar, somos riachuelo y manantial. Somos fuente de vida en movimiento, somos la cadencia del paso de lo cotidiano por encima de las nubes, que también es agua. Esa agua que cae de nuevo a la tierra y hace que germine y florezca lo sembrado, esa misma agua que se queda paralizada por el frío y puede permanecer siglos en ese estado perpetuo. ¡Cuánta sabiduría encierra esa gota de agua!
Nosotros somos agua, somos movimiento y transformación.
Por eso hay que poner consciencia en todo lo que hacemos, decimos y pensamos porque esas vibraciones se impregnan en nosotros y en todo lo que nos rodea.
Así que os animo a poner esa consciencia en todo lo que nos acontece. Porque de alguna manera estamos interviniendo en ello, y es responsabilidad nuestra que el cristal tenga forma hexagonal o no.