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10 obras de arte. Pintura y Consciencia: Amor

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Este artículo aborda diferentes representaciones del amor a lo largo de la historia.

Los cuadros que he escogido son los que me han parecido que podían mostrarnos distintas miradas y centrarnos en aspectos que nos aporten riqueza, para integrar esa visión que los artistas pusieron para darle forma al amor y sus variantes.

Veamos esas muestras de amor.

1. El beso

Gustav Klimt. 1908, Öesterreichische Galerie Belvedere, Viena

Este conocido cuadro, que es estandarte de ese ideal de amor, pone de manifiesto el amor como algo sagrado.

El artista representa esta escena impregnada de oro, lo que le confiere un toque de majestuosidad y poder. Enmarca a la pareja dentro de elementos geométricos y simbólicos que hacen que el tiempo no exista.

Esta unión entre dos seres es un amor atemporal. Nos muestra la entrega, el vínculo y la complicidad, rodeada de ilusión, fantasía e irrealidad.

2. En la cama: el beso

Henri Toulouse-Lautrec. 1892, colección particular

Un beso debajo de las sábanas, es el amor manifiesto entre estas dos mujeres. Dentro de su descanso en el burdel donde trabajan, la escena nos transmite una gran autenticidad dentro de la adversidad de sus vidas.

Este instante que capta el artista muestra la complicidad de ambas, la intimidad de su espacio único entre ellas, evadiéndose de lo que tienen alrededor: una vida dura carente de amor y respeto.

Es una escena llena de espontaneidad y delicadeza. El artista consigue mostrar este precioso momento, transmitiendo gran ternura y sensibilidad.

3. Los amantes

 René Magritte. 1928, colección particular

Este singular cuadro nos habla de los velos que llevamos, de las protecciones, los recelos, el amor prohibido, el amor que no puede mostrarse, salvo en la intimidad y aún así permanece esa suave tela que no alcanza a ver el rostro ni los ojos de tu amante.

Es un amor furtivo, amor no visible, amor oculto.

4.  El encuentro entre Odiseo y Telémaco

Henri-Lucien Doucet. 1856-1895, París, escuela superior de Bellas Artes

La escena nos transmite el amor entre padre e hijo. Este reencuentro entre Telémaco y Odiseo es uno de esos donde se respira una dicha enorme, por el tiempo transcurrido y el simbolismo patente en la narración de La Odisea.

De la suerte que el padre amoroso abraza al hijo unigénito que le nació en la senectud, y por quien ha pasado muchas fatigas, cuando éste torna de lejanos países después de una ausencia de diez años, así el divinal porquerizo estrechaba al deiforme Telémaco y le besaba, como si el joven se hubiese librado de la muerte (La Odisea XVI, 17-21).

En el cuadro está presente la diosa Atenea, que es quien aconseja a Odiseo que descubra su verdadera identidad, cuando se quedan solos. Por lo que después de esa transformación, Telémaco es incapaz de reconocer al padre en ese momento, piensa que es un dios.

¡No soy ningún dios! ¿Por qué me confundes con los Inmortales? Soy tu padre, por quien gimes y sufres tantos dolores y aguantas las violencias de los hombres.

Diciendo así, besó a su hijo y dejó que las lágrimas que hasta entonces había detenido le cayeran por las mejillas en tierra

Después de esto Telémaco acepta la identidad de su padre y lo reconoce verdaderamente:

Telémaco abrazó a su buen padre, entre sollozos y lágrimas. A entre ambos les vino el deseo del llanto y lloraron ruidosamente, plañeando más que las aves –águilas o buitres de corvas uñas- cuando los rústicos les quitan los hijuelos que aún no volaban; de semejante manera, derramaron aquellos tantas lágrimas que movían a compasión(La Odisea XVI, 214-219).

Esta representación simbolizaría lo que es el amor incondicional, ese que no entiende de tiempos, distancias, ni rencores, no existe el juicio y brota como fuente del corazón derramándolo sin contención.

5.  El abrazo

Gustav Klimt, 1911

En este abrazo ser recoge toda la entrega y el amor que se profesan los amantes.

Los abrazos son tan reconfortantes que no somos conscientes de ellos. Cuando abrazas se juntan los corazones, nuestro pecho se llena de la energía del otro y por tanto se unifica esa energía, se potencia y envuelve al unísono.

6.  Niankhkhnum y Khnumhotep 

 Mastaba de Saqqara

Este puede ser el primer beso entre dos hombres documentado de la Historia, es una pintura sobre pared en una mastaba de este yacimiento arqueológico.

La imagen representa a dos jóvenes en la época del último faraón de la quinta dinastía egipcia, llamado Unas.

La pareja descansa en este monumento funerario, sobrevolando el tiempo y acercándonos a nuestra actualidad con un amor eterno, lleno de misterio y simbolismo.

Las imágenes del antiguo Egipto son siempre fascinantes, representaciones llenas de un significado encriptado, que con el paso de los años nos sitúan en una moderna contemplación de la belleza.

7. La escena del balcón de Romeo y Julieta

Frank Dicksee, 1884

Este es un amor efervescente, que asciende por el balcón a escondidas de los ojos del rechazo.

Es una historia conmovedora que nos lleva a pensar en la tragedia de la ausencia del amado o amada.

Entraríamos en lo que es el apego y la dependencia de ese amor por encima de la muerte misma. Sería llevar al máximo la expresión del dolor por la pérdida de uno de los dos. Julieta abraza y recibe a su amado, dentro de la clandestinidad de lo prohibido.

Ese encuentro idílico de Romeo y Julieta se refleja en esta imagen, en el que vemos el abismo, la altura, el peligro al que se exponen, mientras los enamorados están ausentes de la realidad misma, embriagados en el aroma de su amor de juventud.

Todo se magnifica y se lleva al extremo cuando se es joven, se puede pensar que se acaba el mundo por un rechazo, por una herida de amor. Con los años se aprende que lo que parecía amor, no era tal. La herida, es como una semilla donde brota la sabiduría para entenderlo.

8. El beso

Francesco Hayez, 1859. Pinacoteca de Brera, Milán

Seguimos con los besos, con las manifestaciones de amor. Este cuadro lo he escogido, porque recoge la intensidad del encuentro. Aunque no se sabe si partirá o regresa uno de los dos. Recoge la intensidad y la fuerza de ese amor con un pie en ascenso, como que después quizás haya un movimiento por los peldaños de esas escaleras.

Al fondo bajando por otras, se vislumbra una doncella, que se aleja, que los deja solos en su intimidad.

Es una imagen situada en un espacio que invita a salir o entrar de la escena. Para que el espectador pueda inventar lo que ha pasado antes y lo que sucederá después de este dulce beso.

9. Noche de verano

Winslow Homer, 1890

La noche envuelve esta escena, el mar le da la luz necesaria para verla y la estela del barco nos crea una doble lectura de lo que está sucediendo: las siluetas que lo miran alejarse, quizás con melancolía, tristeza, serenidad, aceptación, esperanza; y la pareja de mujeres que danzan absortas de lo que ocurre, inmersas en su movimiento, en ese fluir de los giros, dejando entrever ese contacto suave y sutil entre sus manos.

Estas mujeres nos transmiten alegría y celebración entre ellas por lo sucedido.

Es una escena llena de gran misterio, porque aparecen lecturas contrapuestas. Hay dualidad, luz y penumbra. Pudiéndose crear diferentes miradas para este cuadro.

10. Mariposas

Christian Schloe

Cierro esta serie de pinturas, con la imagen actual de este creador austriaco. Sus obras crean mundos llenos de fantasía, incluso nos lleva a mundos surrealistas y oníricos.

Este último beso del artículo nos eleva a fundirnos con el cielo, con el todo.

Los amantes se disuelven poco apoco, se evaporan en una ilusión mágica. Su beso los transforma suavemente en mariposas que alzan sus vuelos hacia arriba, ascienden, se elevan.

Esta sería una metáfora perfecta de lo que es el amor consciente: aquel que la energía de los amantes se eleva con la unión de ambos. Que los transforma y hace evolucionar para avanzar, para florecer y crear nuevos espacios de verdad.

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