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La representación del Alma en el cuadro del Greco

La representación del Alma en el cuadro del Greco “El entierro del conde de Ordaz”

¿Cómo nos imaginamos el alma? ¿Tiene forma? ¿Se aloja en alguna parte de nuestro cuerpo físico?

Todas estas preguntas, parece que no tienen respuesta dentro del campo de la ciencia. Pero seguro que alguna vez te lo has planteado.

El Greco, un pintor que vivió ente el siglo XVI y XVII, se lo planteó también. Y su respuesta artística sigue conmoviendo a quien observa su maravillosa obra.

La primera vez que vi el cuadro, me quedé maravillada de cómo una persona había podido imaginarse el alma de esa manera.
El Greco pintó el alma del conde con forma de un niño pequeño, apenas desdibujado, optó por representarla como una forma diáfana, semitransparente y delicada. Con esta imagen está representando una transformación, en este plano material, de un cuerpo en otro completamente diferente, y así se lo imaginó.

El artista con esta representación del alma, con esa forma que le ha dado más pura e inocente, está simbolizando un regreso al origen, al inicio de Todo.

En la tradición religiosa el cuerpo se queda en el plano terrenal y el alma asciende a otro nivel superior, donde se encuentran seres que no son de este mundo terrenal, por lo que podemos imaginárnoslos de cualquier forma, color y textura.

En el mundo imaginario del Greco el alma del conde la sostiene un Ángel, que es un portador, un puente entre esos dos mundos, que con extremo cuidado y sutileza la sostiene y la transporta.

Las representaciones del alma se han dado en diferentes culturas y religiones, a lo largo de todos los tiempos, pero esta es la que me impactó a mi de pequeña, y por eso la tomo como punto de partida para reflexionar sobre el concepto del alma.
Podemos hablar de qué significa la palabra alma o ánima (en latín anima), según la RAE es el principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.

También la RAE nos dice que el alma es: en algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.

Podríamos decir que por un lado nos dice que el alma sería la base de la vida en todos sus planos físicos, y por otro lado, que también es lo que forma parte de lo espiritual y aún más de lo inmortal.

El alma por tanto sería la energía que nos da vida y la que permanece porque se transforma, porque no perece.

Como nos dice la ley de conservación de la energía: “La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”.

La forma que le demos al alma en nuestra mente es propia de cada persona, si la imaginásemos podríamos verla cada uno de una manera, de un color determinado y con una textura diferente. O simplemente seríamos incapaces de visualizarla.

Sólo los artistas de todos los tiempos son los que han llegado a intentar plasmarla, por tanto, representaciones del alma hay tantas como personas, y cada una la entiende de una manera.

La ciencia intenta darle un lugar al alma, quizás en alguna parte del cerebro. Pero lo que sí que es cierto es que es energía, energía portadora de vida, en todos sus planos físico, mental, emocional y espiritual.

El alma es aquello que somos en realidad, no en este plano que conocemos, es consciencia pura manifestada en cada persona. Esa consciencia pura, tiene conocimiento de muchas vidas anteriores y de la vida que se ha manifestado desde todos los tiempos en todos los lugares del planeta, por lo que también sería la consciencia colectiva.

Esa consciencia pura es una ínfima parte de la energía universal y que está en cada uno de nosotros, al igual que también parte de la consciencia colectiva. Esa energía universal es conocedora de toda la sabiduría y de todo lo que conocemos, de toda la información de todos los tiempos. Esta energía universal es una energía muy sutil, de la cual no estamos acostumbrados a manejar en este mundo físico, ya que aquí la energía es mucho más densa y pesada.

Esa relación con nuestra alma, con esa energía universal hace que las personas que han experimentado su presencia, que han sido conscientes de ella, hayan observado que es una experiencia donde desaparece el juicio, lo establecido, los dogmas y por el contrario, se entra en un estado de paz infinita.

Esta conexión con nuestra alma desempeña un lugar extraordinario en nuestra misión de vida. Conocer o no esa misión va a depender de la evolución de cada persona, pero la consciencia y el alma, por tanto, seguirán en cada uno de nosotros, formando un sustento vital de energía pura de orden superior que no conocemos, ni controlamos, pero que en momentos dados sí la podemos experimentar y sentir.

Ya en el cuadro del Greco vemos esa representación, a su manera, de cómo el alma es algo que pertenece a este mundo terrenal, nos acompaña siempre y cuando dejamos de existir en él, esta se transforma y vuelve al origen, a lo que es la energía universal.

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